Resumen

La Universidad como institución ha sufrido el impacto de los nuevos avances de la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC) y el Internet. El propósito de este abordaje teórico es explorar desde una perspectiva postmoderna y posthumanista reflexiones filosófica-epistemológicas sobre los nuevos escenarios por los que la universidad peruana transita y transitará para reorientar sus fines: como reto y objetivo ontológico, frente a las renovadas exigencias de la sociedad del tercer milenio. La metodología empleada es cualitativa mediante una propuesta de análisis del discurso y un aparato argumental propio. El resultado asume la necesidad de iniciar un cambio en la concepción de universidad e impulsar una revolución mental en todos los agentes involucrados en entorno de la institucionalidad universitaria.

Un preámbulo necesario

A principios del siglo XXI, en los albores de la generación pulgar la universidad postmoderna (Europa, Asia y América del Norte) había ya experimentado la virtualidad a través del streaming de las propias redes locales de intranet, el antiguo MSN Messenger y la aún plataforma piloto del Youtube, Bañuelos (2009). Mientras que, por su parte, el Perú y la universidad pública remozaba sus anquilosados regímenes escolásticos de clase magistral en púlpito, con construcciones flamantes de auditorios a manera de tribunales del saber. Doquiera uno mirase la tradición del magister dixit primaba, todo lo cual contrastaba con lo electrónico y el mundo digital. Es en ese contexto, sin menoscabar la importancia que lo arquitectónico significaba, que fue necesario e imprescindible la creación de redes de conectividad inalámbricas donde el Internet fuera el escenario de los preeminentes debates y las nuevas disquisiciones del conocimiento, Ortiz (1998). Obviamente, esto no ocurrió.

Situación distinta constituyeron las organizaciones universitarias de capital privado, pues la vinculación hacia el mundo postmoderno era más cercana debido a sus vínculos con universidades europeas y norteamericanas de prestigio. Estas universidades privadas de vanguardia empezaron a liderar estos procesos de innovación, aunque de forma incipiente, Blanch (2020), Estrada et al. (2015). Por todo lo anterior, es insoslayable develar cómo se sobrevino un periodo de pauperización de la universidad peruana dentro de un contexto de crisis sociopolítica interna y de transformación civilizatoria de inicios del nuevo milenio.

Por otro lado, el descubrimiento de nuevas teorías científicas en el campo de lo natural y social (la genética cognitiva, el mundo subatómico, ontología relacional) aceleró el desarrollo de las tecnologías de la información, lo cual ha llevado a una transformación radical de la infraestructura tecnológica y el crecimiento socioeconómico de la sociedad actual, Maletta (2015). En estas condiciones, cobra especial relevancia la cuestión de un modelo de educación superior que permita responder a los nuevos desafíos asociados a la imprevisibilidad en el ámbito del empleo. Más aún, si la educación superior es un proceso complejo, dinámico y muy susceptible a cambios externos, en el que participan no sólo estudiantes y profesores, sino también egresados y empleadores. Esto es la especificidad cooperativa e integradora de las actividades de la universidad, UNESCO (1998) (2015).

Últimamente se ha vuelto común hablar de la crisis de la universidad, del cambio de su esencia, del declive de su antiguo poder. En su informe sobre el conocimiento, Lyotard (2000), alabando el sistema humboldtiano de educación universitaria, habla de la pragmática del conocimiento científico con su legitimación a través de la paralogía como “construcción espiritual y moral de la nación”, Lyotard (2000). En la última década, titulares de diarios prestigiosos en distintas partes del mundo han referido sobre una grave crisis universitaria. Así, por ejemplo, se cuentan expresiones como “El fin de la universidad pública en Inglaterra”; "Universidades australianas en crisis"; “Boicot a las calificaciones en las universidades alemanas”; “La crisis de la universidad francesa”; “La crisis de la universidad en Chile”, “Por la calidad de la universidad peruana”, etc. Las crónicas periodísticas reflejan protestas, marchas, peticiones de estudiantes y profesores en Italia, Polonia, España, Canadá, Sudamérica, África y el Oriente árabe. En los blogs se habla de la muerte de la filosofía en la universidad neoliberal, del impacto negativo del modelo universitario de Bolonia hacia las humanidades, etc., Blanch (2020).

En Alemania las huelgas estudiantiles conminaron a las autoridades a abrir un diálogo con organizaciones estudiantiles y universidades en un intento de “transformar la reforma”. De este modo, un título universitario ya no se considera un reconocimiento social, se constituye primordialmente como una especie de inversión, Best (2016). La vanalización de los títulos y la descalificación de los profesionales producto de la masificación; y en consecuencia, el debilitamiento de la institucionalidad y estatus tutelar del sistema universitario y la imagen señera de la universidad: una institución sólida Ebbesen (2008), Vallina (2015). Frente al panorama anterior, se suma el aumento de las tasas de matrícula y la disminución de la matrícula en las facultades de humanidades lo cual ha obligado a reformular el propósito y el papel de las humanidades para justificar una renovada inversión gubernamental en ellas. Es decir, una concepción de universidad que debiera dar servicio al capital antes que, a la ciencia, la educación y el conocimiento científico como medio sine qua non para el avance civilizatorio.

En los países donde el neoliberalismo impera, los sistemas universitarios se van desnaturalizando por las políticas liberales que reorientan a la institución universitaria hacia concepciones de universidad monetizadas y lucrativa-empresariales, como si fuese una organización fabril; distanciándola de sus verdaderos fines y de la misión técnico-científica que la sociedad le exige. Los estudiantes reconocen que ni siquiera la formación profesional puede garantizar una carrera de por vida. En cambio, exigen que la universidad desarrolle habilidades como el pensamiento y el análisis crítico, la lectura rápida y el dominio de los materiales, y la capacidad de argumentar de manera persuasiva a través de una variedad de medios, Prinsloo (2016). Estas habilidades permiten la adaptación a un mercado laboral flexible. Los estudiantes reafirman que la utilidad económica no es una medida de quiénes son o quiénes quieren llegar a ser. Uno de los principales objetivos de Bolonia era armonizar los sistemas educativos en Europa para fomentar la movilidad de los estudiantes y los programas de intercambio. Actualmente en Alemania ha disminuido el número de dobles titulaciones y la movilidad de estudiantes. En el Reino Unido, el mercado se sitúa en el centro de la educación superior, visto como un vehículo para la elección de los estudiantes. La reestructuración de los programas educativos conduce a que los estudiantes se vean privados de todas las herramientas conceptuales que les proporcionaba el nivel educativo anterior. Además de las influencias externas, como la globalización y la politización de la educación superior, el impacto de la tecnociencia y los nuevos medios, la universidad está siendo destruida por iniciativas organizativas internas: la burocratización y la desprofesionalización, Ivancheva (2017). Todos estos factores obligan a reconsiderar la actitud hacia la universidad y las reformas educativas.

Por todo lo anterior, se plantea el propósito de teorizar desde una perspectiva postmoderna-posthumanista y filosófica-epistemológicas sobre los nuevos escenarios por los que la universidad peruana transita y transitará para reorientar sus fines: como reto y objetivo ontológico, frente a las renovadas exigencias de la sociedad del tercer milenio. De este modo, el objetivo es replantear la concepción y misión de la universidad y de todas sus actividades centrales como la investigación, la formación profesional y participación social. Así lo primero que se requiere es una revolución mental que oriente la transformación de la universidad en su esencia y su praxis. De este modo, poder enfrentar exitosamente este mare tenebrarum de la incertidumbre y el cambio que caracteriza a los nuevos tiempos.

Análisis de la cuestión

A lo largo del desarrollo de la civilización, las universidades han experimentado una serie de transformaciones. Primero, la Universidad 1.0, cuando estas instituciones formaban especialistas para actividades profesionales en diversos sectores de la economía, la esfera social y el sistema de gestión. La Universidad 2.0, cuando las actividades de investigación se convirtieron en el componente más importante en las instituciones educativas. En los modelos Universidad 1.0 y Universidad 2.0 se formaron no sólo especialistas para actividades profesionales en determinados sectores de la economía y el ámbito social, incluso para la implementación de actividades de investigación sistemática, sino también, en primer lugar, individuos con un alto nivel de desarrollo intelectual, capaz de mejorar su potencial por diversos medios, incluida la autoeducación, la educación complementaria, etc., Zamirbekkyzy (2023).

El papel de las universidades en la economía del conocimiento como centros para la formación de personal calificado y la obtención de resultados científicos para diversas áreas de aplicación práctica se está transformando. En ese sentido, el papel fundamental de las universidades como centros de educación que contribuyen a la formación de la personalidad en el marco del concepto de desarrollo armonioso no ha cambiado a lo largo de la historia del desarrollo civilizatorio. Al mismo tiempo, las tendencias señaladas han ampliado la infraestructura funcional de la universidad mediante la implementación de recursos intelectuales (conocimiento) en diversas aplicaciones, incluida la modernización del proceso educativo con la ayuda de modernas tecnologías de la información, la formación de calificaciones. Por tanto, surge la necesidad de un nuevo tipo de universidad, que no sólo cumpla funciones educativas y de investigación, sino que también cree plataformas innovadoras, todo lo cual ha encontrado su encarnación en el concepto “Universidad 3.0”, Sheng (2023).

El concepto de "Universidad 3.0" fue propuesto por Burton (1983), pero actualmente este concepto se encuentra en estado de mejora. Se concibe que la “Universidad 3.0” es una institución de educación superior capaz de atraer recursos financieros adicionales para apoyar sus actividades, utilizando métodos de enseñanza innovadores, estableciendo una estrecha interacción con las empresas, y donde se esté formando una comunidad de investigadores universitarios. Sin embargo, la definición anterior no se correlaciona con otras versiones del concepto de "Universidad 3.0", ya que en estas variantes el elemento central de las actividades de las universidades es el desarrollo de soluciones innovadoras para diversos fines funcionales basadas en productos intelectuales creados como resultado de la actividad científica sistemática, que tienen demanda en la infraestructura de la universidad y en su entorno y se implementan con un efecto económico significativo. Es obvio que la comercialización de los resultados de la actividad intelectual no tiene más éxito con la introducción de la formación de investigadores universitarios, sino con la introducción en el mercado de productos intensivos en ciencia: tecnologías, materiales y desarrollos realizados con la interacción de integración de componentes de investigación, educación y producción basados en actividades conjuntas de proyectos, Burton (2004).

Las tecnologías modernas, Internet, las formas hipertextuales de existencia de información han cambiado nuestro mundo, nuestra conciencia, incluidas nuestras ideas sobre la educación y sobre los principios de la educación. Al caracterizar a la generación más joven nacida a mediados de la década de 1990 y su actitud hacia las tecnologías de la información, los investigadores no escatiman en epítetos llamativos: "Generación Z" (generaciones anteriores - X e Y), "nativos digitales" (en contraposición a "inmigrantes digitales" - personas de la generación anterior), "generación del pulgar" (la definición da el movimiento interminable del pulgar en el teclado del teléfono), etc. Esta es la generación que “encontró este planeta con Internet, los dispositivos móviles y el estado de “siempre conectados” (Hernandez de Menendez et al., 2020). Los niños de la nueva era de 2 a 3 años utilizan consolas de juegos, tabletas; estudiando en la escuela primaria, se orientan con confianza en varios programas informáticos. Los estudiantes prefieren los libros electrónicos a los libros en papel, ven un sinfín de películas, clips, videos, intercambian SMS cortos, donde la mayoría de las palabras son reemplazadas por símbolos y emoticones.

Estos cambios no son característicos de un solo país, sino que los han sufrido todo el espacio de red del planeta. Profesores y educadores de todo el mundo se quejan de la falta de deseo de los estudiantes de adquirir conocimientos profundos, la incapacidad de estructurar la información recibida, el deseo de lograr objetivos de aprendizaje sólo con la ayuda de Internet; Los psicólogos notan dificultades en situaciones que requieren concentración, concentración de atención durante mucho tiempo, disminución de la capacidad de análisis e hiperactividad. La peculiaridad de los procesos de percepción del mundo por parte de la nueva generación se denomina "pensamiento clip", es decir un tipo de pensamiento en el que una persona percibe el mundo que le rodea como un conjunto de imágenes fragmentadas, dispares y poco interconectadas, por lo que caracterizado por "un mayor desarrollo de la habilidad de cambio rápido debido a una concentración prolongada", (Goriach (2016), Shestopalova & Goncharova (2021).

Hasta el momento actual, los investigadores no tienen una opinión común sobre el pensamiento clip. Algunos estudiosos creen que debido a la difusión de la conciencia clip, nuestra sociedad se enfrenta a la amenaza de la degradación cultural. Los investigadores incriminan el pensamiento clip con la incapacidad de concentrarse y percibir secuencias lineales largas, la falta de reflexión y el pensamiento sistémico. Los críticos a menudo señalan aspectos negativos del pensamiento clip como la pérdida de significado en ausencia de contexto, la emocionalidad a expensas de la racionalidad, Volkodav, & Semenovskikh (2017). Otros científicos creen que el pensamiento clip también tiene aspectos positivos, como la formalización y algoritmización del trabajo con grandes cantidades de información y su promoción en el aprendizaje. Entre las propiedades positivas se encuentran las llamadas flexibilidad, multitarea, alta velocidad de procesamiento de la información; la capacidad de cambiar rápidamente de un tema a otro, involucrarse fácilmente en el trabajo, dominar material nuevo, responder de manera más efectiva y adaptarse a cualquier cambio, Stoliarov & Menshikova (2023).

Cabe señalar que la ola de pánico provocada por la nueva disimilitud entre hijos y padres comienza a amainar; sociólogos, psicólogos y educadores estudian las causas de los procesos en curso e intentan evaluarlos objetivamente. Un número cada vez mayor de científicos observa en las características del pensamiento posmoderno el resultado de los cambios civilizatorios que se han producido en el mundo, que exigen su aceptación, comprensión y desarrollo de nuevas estrategias de comportamiento, incluso en la educación. Se ha sugerido que, en las condiciones del moderno auge de la información, el pensamiento clip cumple la función de adaptar a las personas a estas nuevas condiciones y protege al cerebro de la sobrecarga de información, Shestopalova, & Goncharova (2021).

Teniendo en cuenta las exigencias de la época, el sistema educativo peruano, siguiendo todo el sistema de educación superior, debe pasar de la enseñanza tradicional a nuevos métodos de enseñanza. Es necesario incluir a los estudiantes en actividades educativas activas, ofrecerles tareas que impliquen la manifestación de creatividad e independencia. Cada año la necesidad de este camino se hace más evidente. Los estudiantes universitarios dominan la tecnología de la información y no pueden imaginar aprender sin ella; son independientes y confiados, móviles e internet-dependientes, Loayza-Maturrano (2023). Por eso, los estudiantes de educación superior, no aceptan aburrirse en clase, desconectan la atención durante las explicaciones largas, no sueltan el teléfono móvil e intentan hacer varias cosas a la vez, Li (2022).

La generación Z son estudiantes que no perciben una monotonía prolongada, una secuencia lineal de clases con la función informativa y controladora del docente, que los imponga a una percepción pasiva de la información. Responden fácilmente a tareas creativas. Uno de los signos brillantes de nuestro tiempo es el deseo de visualizar información, de expresar ideas mediante signos externos. El uso de ayudas visuales, según los psicólogos, es capaz de atraer y retener la atención; por lo que las imágenes bien pensadas pueden proporcionar información instantánea, precisa y voluminosa. De ello la importancia de la visualización de imágenes fijas y dinámicas (infografías y vídeos cortos, por ejemplo). Esto es, se trata que el estudiante forme una imagen visual o mental, un proceso en el que la información se presenta en forma de imagen para crear la máxima comodidad para su comprensión; y de este modo, dé forma visible a cualquier objeto, sujeto, proceso o fenómeno concebible, incluso a través de dispositivos técnicos y digitales, Trejo (2017). La visualización de material educativo se está convirtiendo en una de las herramientas de trabajo más importantes para los docentes en la universidad.

La Generación Z es, sin duda, visual, jóvenes que prefieren la información visual a la textual. Los científicos creen que el pensamiento del hombre moderno percibe imágenes de manera mucho más efectiva que los medios verbales. En la literatura actual, ha aparecido una comparación figurativa de la cultura de dos épocas: la era Gutenberg (verbal, libresca, presentada en una secuencia lineal) y la era Zuckerberg (visual, hipertexto, red). Hay previsiones sobre la transición de la civilización del texto a la civilización de la imagen, Deleuze (1985), Barroso (2023). De hecho, se puede hablar del surgimiento de una nueva cultura visual, ya que las imágenes se han utilizado durante mucho tiempo y de manera más activa para almacenar y presentar información, se utilizan en todas partes: en las ciencias técnicas y humanas, en la medicina y la publicidad, en el periodismo y en la vida cotidiana.

Actualmente, las personas están acostumbradas a presentar información de esta forma: símbolos, signos, diversas designaciones; lo cual es conveniente porque se lee instantáneamente y se percibe sin ambigüedades. Para hacer esto, la información debe comprimirse y presentarse en una forma conveniente para la decodificación. La base del proceso educativo, por supuesto, es una combinación bien pensada de componentes verbales y visuales. Además, cualquier información visualizada es un texto "oculto". Y para la percepción de tal texto y la comprensión de la situación, se requieren conocimientos previos. En tal sentido, una de las tareas de un docente en la posmodernidad es desarrollar la capacidad de los estudiantes para transformar información visual en textual y verbal. Los educadores y psicólogos utilizan varios términos para referirse a las ayudas visuales y a su manipulación: visibilidad, visualización, visualización cognitiva, infografía (un texto que contiene componentes verbales y pictóricos que, combinados, reflejan una idea común), etc., Trejo (2017)

La universidad en este sentido ha de superar su atraso y desadaptación asumiendo una epistemología postmoderna que supere las monolíticas perspectivas del empirismo-analítico neopositivista y los abordajes de las epistemologías histórico-hermenéuticas exclusivas y excluyentes en las investigaciones. Asimismo, es insoslayable una revolución mental que conciba un modelo de ciencia abierta, permeable en sus métodos, más inter- y trans- disciplinar, más fronteriza y donde el ser humano no sea el centro de las reflexiones, donde todo gire en torno a un humanismo antropocéntrico sino encaminarse a un posmodernismo de paradigma de pensamiento poshumanista, que adopte cuatro principios básicos: las ideas de acentricidad, pluralismo, rechazo de oposiciones binarias, jerarquías y rupturas ontológicas. De este modo, las fantasías deleuzianas sobre el mundo como un caosmos (un universo caótico) y un juego total de elementos inspiran la filosofía, la ciencia, el arte y la literatura modernos. Hasta la fecha se ha formado un extenso corpus de textos en los que se presenta el discurso posthumanista. Entre los teóricos clave del poshumanismo, cabe destacar a Donna Haraway, Rosi Braidotti, Karen Barad, Francesca Ferrando, Cary Wolfe, Timoty Morton, Bruno Latour, Claude Meillassoux, Steven Shaviro, Eliezer Yudkowsky, David Pierce, entre otros. Al mismo tiempo, artistas individuales reproducen la lógica posthumanista en el espacio estético.

Además, en el contexto de la propaganda activa de la ideología poshumanista, debido a la abundancia de textos y manifiestos de sus representantes y, al mismo tiempo, a la presencia de críticas a esta tendencia filosófica, sigue sin estar clara la cuestión de qué debe considerarse en la categoría posthumanismo y cómo interpretar el prefijo "post", y en qué relación se encuentra, por un lado, al humanismo y, por otro, al transhumanismo y diversas variaciones de la antropología no humana, More (2013), Ranisch (2014). Sin embargo, sin una comprensión clara de la esencia del fenómeno, es imposible rastrear el motivo del cambio de paradigmas de pensamiento, que implica la transformación de nuestra cultura tanto a nivel teórico como práctico.

El poshumanismo se está convirtiendo en la corriente ideológica de la filosofía occidental moderna. En ocasiones el surgimiento del posthumanismo se asocia con el nombre del crítico literario Ihab Hassan, desde los años 80. El siglo pasado declaró que el humanismo se había agotado y, por tanto, se acercaba la era del posthumanismo, Hassan (1985). Sin embargo, por posthumanismo no nos referimos a declaraciones y posiciones locales de autores individuales, sino a la culminación del pensamiento occidental moderno, que tiene poderosas condiciones previas en el pasado de esta tradición. La esencia de la estrategia filosófica posthumanista es afirmar la igualdad ontológica del hombre y el mundo y, como consecuencia, rechazar la idea de la exclusividad de la existencia humana. Entendido de esta manera, el poshumanismo abarca el transhumanismo, el metahumanismo, el inhumanismo, la antropología no humana y el nuevo materialismo, Huxley (2015).

El primer antecedente epistemológico del poshumanismo se halla en Lyotard, cuando entiende al humanismo en una dialéctica que consiste en el juego contradictorio de lo humano y lo no humano. En 1913, recuerda, “Apollinaire escribió ingeniosamente: “Sobre todo, los artistas son personas que luchan por lo no humano”. Y en 1969”, continúa, “Adorno volvió a escribir sobre esto, pero con más cuidado: “El arte permanece fiel a la humanidad únicamente por su inhumanidad hacia ella””, Lyotard (1998, p. 10). La afirmación de Adorno refuerza la tesis de Apollinaire. Ambos revelan la dualidad interna del humanismo. “La sospecha que traicionan (en ambos sentidos de la palabra)”, argumenta Lyotard, “es simple y sin embargo ambivalente: ¿qué pasa si los seres humanos, en el sentido humanista, están en el proceso de ser obligados a volverse no humanos (esto es la primera parte)? Y (segunda parte) ¿y si ser capturado por lo no humano es “auténtico” para la humanidad? Esto significaría que existen dos tipos de no humanos. Es necesario separarlos. No se debe confundir la inhumanidad del sistema, que actualmente se consolida bajo el nombre de desarrollo (entre otros), con la inhumanidad infinitamente oculta, cuyo rehén es el alma” Lyotard (1998, p 10).

Sin embargo, la dialéctica de Lyotard es asimétrica. La tesis, por un lado, oculta la tríada “naturaleza-hombre-cultura”, porque la incertidumbre primordial y la sinrazón ya presuponen la libertad respecto de la naturaleza. La antítesis pierde el tercer eslabón, dejando en sí misma la oposición “hombre vs cultura”, Latour (2017). En el primer caso, Lyotard no distingue entre naturaleza y cultura, considerándolas autoridades represivas; en el segundo caso, piensa en la cultura como una esfera de liberación del salvajismo y la pasividad de la esfera aleatoria. Es decir, Lyotard, sin hacer distinción entre naturaleza y cultura, no distingue fundamentalmente entre instinto y forma antropológica: estructura externa y autodeterminismo. La “síntesis” está condenada al fracaso. El problema que soluciona Lyotard (1998) no es la relación entre lo humano y lo no humano, porque donde hay caos y espontaneidad (y se discuten en ambos casos), Estamos hablando ya de una persona, de un modo de presencia que no es reducible al mundo. La pregunta es: ¿cómo debería considerarse la verdad de una persona: ¿espontaneidad u orden, caos o forma? ¿Cómo interpretar la libertad humana? Para ello, hay que distinguir entre subjetividad y conciencia. Si la subjetividad como autodescubrimiento primario de una persona es un caos, algo que impone una prohibición a la historia y la acción internas, dejando a la persona al azar, entonces la conciencia es una forma interna, el autoestablecimiento de un principio ordenador y el mantenimiento de uno mismo con él. La plenitud de esta forma está dada en Dios. O, más precisamente, Dios es la plenitud de la conciencia, Lyotard, (2000). El concepto de lo inhumano de Lyotard resulta vacío. El problema de la cultura no es que consista en actos de coerción y, como diría Kant, nos prive de la alegría de vivir, sino que efectos de la conciencia. Asimismo, la cuestión no es que la incertidumbre sea inhumana y amenazante, como dice Lyotard, sino que el caos es una prohibición de la historia interna y de la capacidad de realizar acciones, porque todos los estados son situacionales y no están correlacionados entre sí.

La verdadera dialéctica de lo humano y lo no humano en Lyotard se revela en sus pensamientos apocalípticos sobre la máquina pensante. Después de la explosión solar, dice Lyotard, no habrá humanidad. ¿Qué pasará con el pensamiento? Aunque Lyotard predice una explosión en el Sol dentro de 4.500 millones de años, considera que esta cuestión es la única digna de filosofía. El pensamiento es terrenal. Con la desaparición de la Tierra, el pensamiento desaparecerá, dejando la desaparición misma impensable. El hombre es aleatorio. Apareció desapercibido y pasará desapercibido, sin dejar rastro ni pensamiento. La catástrofe es inevitable, Lyotard nos despierta, y podemos o no notarlo, o tener el coraje de preverla y luchar contra sus consecuencias, tratando de brindarnos “la posibilidad material de pensar después del cambio de materia”, Lyotard (1998, p. 12). Los esfuerzos de la ciencia están dirigidos precisamente a resolver este problema, ya sea neurofisiología, genética, medicina o tecnología de la información. Lyotard, solidarizándose con ellos, decide dedicarle los esfuerzos de la filosofía. También porque es optimista sobre el desarrollo de la tecnología.

El cerebro humano, dice Lyotard, crea y controla la tecnología, pero él mismo necesita un cuerpo terrestre para sobrevivir. El cuerpo impide la expansión de la memoria y, por tanto, es necesario superarla. Asimismo, se deben trascender las culturas en su conjunto. ¿Para qué sirven las culturas tradicionales? Lyotard entiende las culturas como narrativas, dispositivos para recordar y almacenar información, que permiten a los pueblos organizar su espacio y tiempo. Cualquier cultura tradicional, cree Lyotard, es local, ya que está confinada a una geografía y una era histórica, Lyotard & Brügger (2001). La memoria de tales culturas, dice, no puede reproducirse ni transmitirse a ningún otro lugar. Las nuevas tecnologías, por el contrario, pueden proporcionar modelos culturales no arraigados en áreas locales. Son ellos quienes liberarán el pensamiento del cuerpo, la cultura de la tierra.

Ahora, dice Lyotard, las tecnologías de la información permiten crear supermónadas de síntesis ilimitada (supermemoria sin cuerpo); ninguna humanidad podría alcanzar el nivel de memorización que les caracterizaría. La red electrónica y de información extendida por toda la Tierra da lugar a una capacidad global de recordar, que debe evaluarse a escala cósmica; no es proporcional a lo que era inherente a la cultura tradicional (Lyotard, 1998). En este sentido, es cierto que surge el problema, de que la memoria acumulada por las supermonadas ya no le pertenece a nadie. Todo lo cual cabría una pregunta básica: ¿Qué significaría memoria entonces? Lyotard (1998) aclara al respecto: “esto significa que el cuerpo de la memoria no pertenece a la tierra, se ha liberado finalmente de la correlación con ella. La única posibilidad de éxito, concluye Lyotard, es adaptar la especie a la complejidad que la desafía. Y si el resultado es exitoso, entonces no se conservará la especie en sí, sino la “mónada más perfecta de la que estaba preñada” (p. 64). La humanidad está preñada de lo inhumano y debe entregarse a su perfección.

Hoy en día, estas ideas son convergentes en el entorno transhumanista, dentro del cual la transformación de una persona se entiende como la mejora de lo no humano que hay en ella. De este modo, puede concebirse como perspectivas prometedoras para el surgimiento de un cuerpo de pensamiento artificial. Nuestra civilización, según este enfoque está bajo la presión del tiempo. “Los expertos predicen que hacia mediados de siglo se alcanzará un punto de singularidad, más allá del cual habrá degradación y muerte, o una transición a un nivel de desarrollo cualitativamente nuevo. Esto nos obliga a buscar otros caminos, a considerar opciones transhumanistas para la transformación del hombre y de la sociedad”, Dubrovsky (2013, pp. 238, 239). Esta versión transhumanista de la transformación se ve como la transferencia de la conciencia y la personalidad a un sistema no biológico" o lo que es lo mismo “reproducción de las funciones de un sistema vivo y del cerebro sobre sustratos no biológicos. La inmortalidad cibernética, superando las limitaciones biológicas del hombre, promete convertirlo en un verdadero creador de su propio futuro. Estamos hablando de transformaciones cuyas consecuencias nosotros, debido a nuestras limitaciones, no somos capaces de imaginar. Sin embargo, esto no debería asustarnos. El proceso de transformaciones transhumanistas, explica Haraway (2014), incluye orgánicamente la formación de nuevos significados, valores y metas de vida, que amplían los horizontes de la mente, limitada por el modo biológico y terrenal de su existencia. Resulta extremadamente difícil, desde el punto de vista de nuestra conciencia, imaginar la conciencia del futuro inteligente como un ser libre de los problemas de la corporalidad biológica (dolor, enfermedad, fatiga, viles deseos, decrepitud senil, etc.). Pero no hay duda de que será una conciencia con valores, significados y objetivos mucho más elevados, no plagada de pequeñas preocupaciones, motivos, ambiciones, tristezas y la vanidad de nuestra existencia actual, Dubrovsky (2013).

Una universidad poshumanista supone replantear el humanismo ortodoxo hacia un humanismo de periferia más neutral que dé vitalidad a lo estético-artístico, histórico-cultural y lo filosófico-epistémico, en fin, una nueva epistemia de la universidad y una nueva comprensión de la sociedad. Así, en los países industriales desarrollados de Occidente, la comprensión del valor del componente humanitario en la formación de profesionales ya se ha convertido en un hecho de la conciencia pública. Los estándares de la educación superior en estos países requieren, además del desarrollo de la inteligencia y la competencia profesional, la inculcación de la decencia y la alta moralidad en los futuros especialistas: nadie necesita trabajadores cuyos sentidos morales se hayan atrofiado; Sólo aquel especialista que sepa comprender el mundo interior de quienes le rodean y se guíe por criterios morales claros puede gestionar eficazmente a las personas. A través de la enseñanza de las humanidades, la universidad resuelve el problema de la aculturación de la personalidad del estudiante, consolidándolo como ciudadano de su país, patriota de su estado, portador de los valores de la cultura nacional y mundial, Walsh (2010). Solo dicho profesional podrá brindar una solución equilibrada a los problemas socioeconómicos, los problemas de preservación de un medio ambiente favorable y el potencial de los recursos naturales para satisfacer las necesidades de las generaciones actuales y futuras, como lo establece la doctrina nacional de la educación universitaria.

Una universidad así sin condiciones no existe en la realidad, sostiene Derrida. Sin embargo, de acuerdo con su vocación y esencia, la universidad debe seguir siendo un lugar de resistencia crítica ante todas las acusaciones destructivas e injustas. La universidad tiene el derecho incondicional de dirigir las cuestiones críticas no sólo a la historia del concepto de hombre, sino a la historia del concepto del análisis crítico, al poder de cuestionamiento mismo, a la forma interrogativa del pensamiento, Derrida (2001). Esto implica el derecho a hacerlo performativamente, es decir, dando lugar a la creatividad que forma el contrato y la profesión de fe de todas las universidades. El principio de resistencia incondicional da derecho a que la propia universidad debe repeler los ataques, inventar y realizar sus legítimas habilidades en nuevas humanidades, capaces de trabajar con los nuevos desafíos de nuestro tiempo.

Tal resistencia incondicional podría asegurar la soberanía de la universidad en relación con el poder de los estados nacionales, el poder económico de las corporaciones transnacionales, la manipulación de los medios de comunicación, las ideologías y religiones que limitan la democracia. En este caso, una universidad que no establezca condiciones pues es un derecho fundamental de expresión pública. El vínculo con el espacio social seguirá siendo el vínculo que conecta a las nuevas humanidades con el Siglo de las Luces. Esto distingue a la universidad de cualquier otra institución, como una comunidad religiosa o incluso una “libre asociación” psicoanalítica. Esto es lo que esencialmente conecta la universidad, y sobre todo las humanidades, con la literatura en el sentido moderno de la palabra, como derecho a decirlo todo públicamente.

Por tanto, una de las principales prioridades de la educación posmoderna en una perspectiva poshumana es la catálisis de las actividades educativas, sin la cual será difícil para la humanidad seguir desarrollándose. La catálisis tuvo un impacto clave en la autoorganización en todos los niveles del mundo, estando presente inconscientemente en cada uno de ellos (catalizadores en el mundo inanimado, enzimas en el mundo vivo, etc.), Barroso (2023). En las condiciones posmodernas, la catálisis también surge espontáneamente, lo cual es inherente, por ejemplo, al tercer mundo popperiano, donde el desarrollo de conceptos y teorías está determinado por los principios endógenos: autoorganización, optimización y deseo de estados estables, Popper (1980). Sin embargo, ahora son de particular importancia los catalizadores intelectuales y espirituales, desarrollados conscientemente. Al mismo tiempo, el lado intelectual asegura la identificación del proceso y el lado espiritual asegura su integridad y coherencia.

La enseñanza en línea abre nuevas oportunidades de catálisis, permitiéndonos ampliar nuestra comprensión de las estructuras epistemológicas y ontológicas del conocimiento. Se trata, en primer lugar, de asegurar la interacción de medios/formas educativas paralelas, que permitan profundizar y mejorar las estructuras del conocimiento. Son precisamente estas estructuras fundamentales las que pueden resistir el ruido informativo, la información poco confiable y la degradación de la ciencia y la educación. En su contraparte, el aprendizaje del estudiante universitario también requiere ser catalizado a través de un enfoque de “aprendizaje científico catalizado” que implica los multimedios, multiplataformas de aprendizaje, por ejemplo, simulaciones, animaciones, presencialidad y no presencialidad, Box (1995).

En ese contexto, la profesión de maestro no consiste sólo en distribuir conocimientos o expresar doctrina; un docente universitario se constituye en un cierto símbolo, una señal de que se está haciendo lo que se debe y quien prevé lo que ha de hacerse mañana. Pero ¿qué debería hacer un profesor en el nuevo mundo de mutación tecnocientífica: en el mundo de Internet, el correo electrónico y los teléfonos móviles?, además, ¿las máquinas de enseñanza reemplazarán a los profesores?, y ¿el oficio académico, que se formó allá por los siglos XII y XIII, dará paso a la profesión de videoinstalación de conocimientos? Al parecer, esto todavía está bastante lejos, pero las nuevas humanidades, que, según Derrida, deberían surgir en la profesión de fe de la enseñanza, pueden frenar tales fluctuaciones, Derrida (2001). Esto requerirá derrocar y reconstruir el poder mismo en la universidad. Todo lo cual requiere en primer orden una “revolución mental”.

En consecuencia, la revolución mental supone un gran movimiento conjunto, en el que el Estado, el gobierno de un país, la gestión universitaria y todos los estamentos de universidad en unidad de criterio y unidos en la acción deciden e implementan el cambio conceptual, para revivir importantes valores estratégicos para la organización y la institucionalidad con el propósito de lograr la competencia en el mundo, Von Kutzschenbach, & Daub (2020). Así, la revolución mental se convierte en un movimiento para cambiar la perspectiva, los pensamientos, las actitudes y el comportamiento de todos, para orientarlos hacia el progreso, de modo que la universidad (la universidad peruana) se convierta en una gran institución y pueda competir con las universidades de todo el mundo.

La revolución de carácter institucional no funcionará de manera óptima sin comenzar con la iniciativa de llevar a cabo una revolución mental. El concepto de Revolución Mental es un nuevo movimiento ético-ontológico con perspectivas, formas de pensar y formas de trabajar para que la universidad pueda ser políticamente soberana e independiente en el campo económico, y luminaria en el ámbito de la cultura, Von Kutzschenbach & Daub (2020). En fin, se constituye en un concepto de paradigma de desarrollo que busca salir del paradigma de desarrollo convencional, concretamente un paradigma del crecimiento como principal objetivo del desarrollo en la universidad.

Es movimiento solo será posible metodológicamente a través de la llamada Teoría U de Scharmer (2018) mediante la aplicación de siete consideraciones: 1) Tener el mismo objetivo, conocido como basado en la concientización, para cambiar el sistema del antiguo paradigma al nuevo paradigma para hacer frente a la perturbación y la recesión actuales; 2) Hablando del proceso que debe continuar e implementarse, los cambios en el paradigma y el carácter de unitario de la institución requieren de mucho tiempo; 3) Hablar de Educación para abrir la mente, la emoción y la voluntad; 4) Hablando de su relación con los valores éticos, los valores contenidos en la visión y misión institucional; 5) Destacar la importancia de los asuntos relacionados con las visiones sociales, espirituales y nacionales para el progreso de la nación; 6) tener optimismo de cara al futuro; 7) Es necesario luchar continuamente por ello hasta llegar a la etapa de hacerlo con el espíritu de lograr avances en la era de la disrupción (p.29 y ss.).

Según Scharmer (2018), sin una mente abierta, corazón abierto y una voluntad abierta, entonces lo que sucederá es: 1) Cerrar la forma de pensar que está abierta al nuevo paradigma resultará en un estancamiento en la forma de pensar con el viejo paradigma, en forma de abandono, de no hacer nada; 2) Cerrar el corazón, sin compasión, sin empatía, sino llenarse de odio y difundir el odio; 3) Cerrar la voluntad, sembrar el miedo para no lograr nuevos avances, debilita el espíritu de lucha. Por el contrario, si nosotros asumimos una mente abierta, corazón abierto y voluntad abierta, entonces lo que sucederá es: 1) La mentalidad abierta creará curiosidad; 2) Corazón abierto, tendrá un corazón compasivo; 3) La apertura de voluntad dará entusiasmo para lograr avances con un nuevo paradigma.

Todo lo anterior implica una nueva epistemia en la universidad del presente que comprenda, en primer momento, que debe abrirse al cambio, desgarrándose sin atavismos de un modelo de universidad del pasado cientificista empírico-analítico de las ciencias naturales y de un tipo de epistemología histórico-cultural de las ciencias sociales y ciencias humanas, como si fueran dominios infranqueables y palestras del conocimiento científico. Estás lógicas y estilos epistemológicos son necesarios e importantes; sin embargo, ya estos modelos antropocéntricos no se corresponden a las nuevas realidades; por ello, la universidad debiera ampliar su panorama frente a un nuevo entorno caracterizado por la incertidumbre, el riesgo, la fragmentación, la ductilidad de comportamientos de los objetos de estudio.

Es menester una ontología relacional que deje el esencialismo ortodoxo y asuma la diversidad, la interacción, la plasticidad, lo multifocal en los abordajes científicos, que comprenda que el evolucionismo no solo es natural sino social y cultural. Superar los binarismo y dejar cartesianismo del res cogitans y res extensa hacia una perspectiva científica intercultural crítica como lo propone Catherine Walsh, en la que las ciencias asuman lo que siempre fue negado por la ciencia, que el conocimiento científico es poder y es medio de dominio de las sociedades. Asimismo, salir del antropocentrismo científico hacia un enfoque periférico que dé interés a lo no humano y posibilidades al inhumanismo de los entes. En fin, una ciencia neohumana adaptativa, sin relativismos absolutos, absolutismos epistémicos: Una universidad que sea el faro que guie al futuro a toda la civilización: La Universidad 3.0.

A glosa de conclusión

No hay universidad del futuro sin la experiencia de lo posible a través de la renovación de su perfil, sus propósitos y funciones. Por ello, para que la universidad pueda reinventarse ha de enfrentar fuerzas externas, ya sean culturales, ideológicas, políticas, económicas o de cualquier otra índole. La sociedad del conocimiento postmoderna confronta a la universidad con un conflicto de misión. Compite con la enseñanza y la investigación, y existe una creciente oposición a la investigación aplicada asociada a los servicios sociales. Después de todo, la investigación universitaria es un par dinámico de aprendizaje. En la civilización emergente del siglo XXI, la universidad posmoderna tiene una misión viva de internacionalización que une y concilia las misiones de docencia, investigación, servicio social y preservación de la identidad cultural nacional.

Recurrir al análisis filosófico de los fundamentos del poshumanismo es hoy una tarea urgente tanto desde el punto de vista teórico como práctico. A nivel práctico, en la era de la cuarta revolución industrial, el poshumanismo agudiza ante el hombre y el problema de la antropodicea (el porvenir de lo humano), de justificarse ante el mundo no humano. A nivel teórico, asistimos a una grave transformación en la estructura y metodología de las humanidades asociada a la inclusión del otro no humano en el discurso. Las perspectivas de estos cambios requieren reflexión. Este breve abordaje es una primera aproximación.

Lyotard sueña con un cuerpo no humano para un pensamiento que ya no es humano, un pensamiento que, según él, será verdaderamente un pensamiento y no una demostración banal de lógica binaria. La máquina del sufrimiento, la máquina de las visiones, ya no es una paradoja, sino un sueño que plantea un desafío a los artistas, a los pensadores y a la humanidad en general. Y este desafío, según Lyotard, está justificado porque el progreso se está produciendo y el hombre siempre está extendiendo la mano para alcanzarlo. Lo humano tiende la mano hacia lo inhumano. Siempre ha sido así, los individuos siempre se ha adaptado a los cambios que se están produciendo, la única diferencia hoy es que el crecimiento es exponencial, el entorno es cambiante y el conocimiento científico ya no más estará vinculado a realidad concreta (naturaleza o sociedad) sino a la realidad virtual la cual constituirá la nueva posibilidad de evolución social para la universidad, la ciencia y la tecnología. Una universidad centrada en lo no humano, en pro de un inhumanismo o un neohumanismo exocéntrico. Ese es el verdadero futuro de la humanidad y de su principal institución dadora de conocimiento científico: la universidad virtual.

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